Sobre la obra

Lisboa se despierta. Las primeras luces nos descubren sus calles empedradas, pintadas con una paleta de tonos cálidos y dorados. La mañana parece serena y plácida. Es el preámbulo tranquilo de una jornada ajetreada como cualquier otra.

Los rayos de sol, aún tímidos, se filtran entre los edificios históricos cambiando el color de sus fachadas. La vida está en marcha y la conduce el tranvía. Tibio por fuera, acogedor y mágico por dentro.

La ciudad abierta al Atlántico, tantas veces navegando y tantas veces recibiendo, enarbola orgullosa su patrimonio y se alza heredera de sus raíces. Dueña y obrera de un soberbio pasado que todavía oculta sugestivos secretos en cada esquina, plaza o iglesia. Una invitación al regreso.